Son sólo ocho y muy sencillas pero las debemos de tener siempre en cuenta.
1. Explora. La mayoría de las buenas ideas parten de la observación. ¿Cómo se hacen las cosas en otras empresas? ¿Y en otros países? ¿Qué está ocurriendo de nuevo en materia tecnológica, social o económica que pueda ser relevante y útil para mi empresa?
2. Compara. Alimenta tu mente: lee revistas especializadas, ve programas de televisión que no acostumbrabas a ver, navega por internet en páginas sobre gestión de empresa y marketing, viaja siempre que tengas la oportunidad. Observa y hazte preguntas.
3. Realiza un diagnóstico. Saber encontrar, desde dentro de la empresa, dónde están nuestras fortaleza y nuestras debilidades es muy difícil. Deja que un profesional especializado haga un diagnóstico, que vea cuál es el estado actual de tu empresa, que te proponga qué debes modificar y qué debes potenciar. Y que te presente un plan de acción adecuado a tu empresa.
4. Concéntrate en lo esencial y prescinde de lo accesorio. Quita todo lo que sobra para quedarte con lo que consideres imprescindible, el corazón de tu empresa de arquitectura. Eso te permitirá poner el plan en marcha rápidamente y llegar al mercado antes y en las mejores condiciones posibles.
5. Propón cambios o nuevas perspectivas. Ni la mejor idea tiene posibilidades de ser implementada si no se propone antes. A tus clientes, a tus compañeros o a tus empleados. Comunícalos, vende tus ideas. Escucha las reacciones y acepta el rechazo, cuando viene, con naturalidad. Es verdad que la mayoría de las ideas no podrán ser implementadas. Pero para que una sea implementada, cientos tienen que ser propuestas.
6. Experimenta y equivócate barato. A la velocidad que cambia el mundo son cada vez menos las certezas que tenemos. Cambian las necesidades de los clientes, cambian las regulaciones, cambia el entorno político, cambia la economía. El ámbito en que nos movemos se vuelve cada vez más volátil. La única forma de intentar llegar a un éxito es probando repetidas veces. La reflexión y la planificación son necesarias pero no suficientes, experimentar mucho y rápido es la forma de saber qué va a funcionar y qué no. Prueba. Pero probar repetidamente lleva implícito que la prueba no sea tan cara que comprometa financieramente a la empresa. ¡Ojo con las fórmulas mágicas caras!
7. Ajusta y vuelve a comenzar. El aprendizaje sólo tiene sentido si lo capitalizamos. Y capitalizarlo significa ajustar la idea o modificarla para que pueda ser relanzada. Pocas ideas tienen que ser totalmente descartadas. Casi toda prueba tiene al menos algún elemento que puede ser utilizado en otras oportunidades. Aprovecha lo que has aprendió sobre los aciertos y sobre los errores. Reflexiona sobre la experiencia, ajústala y vuélvela a probar.
8. Déjate asesorar. El trabajo de cambio y adaptación de la empresa requiere conocimiento y experiencia, es un error habitual pensar que hacerlo solos, por lo que siempre debes de contar con la colaboración de otras empresas expertas. ¡Desconfía de aquellos que no conozcan bien el funcionamiento de la empresa¡